sábado, 4 de agosto de 2012

A 36 años del asesinato de monseñor Enrique Angelelli



"No vengo a ser servido sino a servir" sostenía el recordado del obispo de La Rioja. El 4 de agosto de 1976 era asesinado en La Rioja el obispo, monseñor Enrique Angelelli, un prelado que tenía como lema "no vengo a ser servido sino a servir. Servir a todos, sin distinción alguna, clases sociales, modos de pensar o de creer, como Jesús, quiero ser servidor de nuestros hermanos los pobres". Esas fueron las palabras que pronunció al asumir el obispado de La Rioja en 1968.
Había nacido el 17 de julio de 1923 en Córdoba en una familia de inmigrantes italianos, y a los quince años ingresó al Seminario Metropolitano de Nuestra Señora de Loreto. Al comenzar el segundo año de teología fue enviado a Roma parea completar sus estudios y a los 26 años fue ordenado sacerdote, continuando sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma hasta recibirse de licenciado en derecho canónico. Volvió al país y a su provincia, donde comenzó su actividad pastoral. En 1952 se hizo cargo de la atención pastoral de la capilla de Cristo Obrero y fue designado asesor de la Juventud Obrera Católica. Tras haber ejercido como obispo auxiliar de Córdoba, en 1968 fue designado por Pablo VI como obispo de La Rioja y su ministerio se caracterizó por estar junto a los trabajadores en sus reclamos y con los campesinos impulsandao su organización cooperativa. En 1974 viajó a Roma en visita ad limina y estando ahí le sugirieron que no regresar porque su nombre figuraba en la lista de los amenazados por la triple A. Sin embargo, volvió y planteó sus ejes de trabajo parea 1975: caminar con y desde el pueblo, seguir actuando el Concilio y continuar la promoción integral de los riojanos. Con la dictadura militar que irrumpió el 24 de marzo de 1976 se intensificó el control y seguimiento a los miembros de la Iglesia, en el marco de la represión organizada por el gobierno de facto. Angelelli denunció violaciones a los derechos humanos e hizo conocer al episcopado la persecución de que era objeto la iglesia riojana. Tras los asesinatos de los padres Gabriel Longueville y Carlos Murias, Chamical, el 4 de agosto monseñor Angelelli retornó a la capital riojana, luego del novenario a los curas asesinados, y a la altura de Punta de los Llanos, su camioneta fue embestida por un Peugeot 404, que le provocó el vuelco. Según cuenta el libro Nunca Más el obispo dejó Chamical donde había celebrado lamisa y pronunciado una homilía en la que denunciaba los asesinatos de los dos sacerdotes. "El obispo manejaba la camioneta ya el padre Arturo Pinto que lo acompañaba recuerda que apenas dejaron Chamical comenzó a seguirlos un automóvil. El obispo aceleró pero entonces apareció otro auto y a la altura de Punta de los Llanos los encerraron hasta hacer volcar la camioneta". El cuerpo de Angelelli "quedó tirado en el suelo durante seis horas, la camioneta desapareció y la única lesión que presentaba el cadáver del obispo fue la nuca destrozada tal como si lo hubiesen molido a golpes. La carpeta que llevaba jamás pudo ser encontrada". Monseñor Angelelli dejó su impronta y cuentan periodistas que alguna vez lo entrevistaron, en tiempos difíciles, que el prelado se quejaba del centralismo porteño y de la falta de apoyo a las provincias, dejando esta frase dirigida a ese centralismo y radiografiando a los que mandaban porque "tienen luz de mercurio en los ojos y asfalto en el corazón".

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