lunes, 8 de noviembre de 2010

En defensa de la contemplacion

Ante el asombro, ante la duda o ante las situaciones limites, el hombre se detiene a contemplar el mundo y a tratar de entenderlo. Crea entonces teorias, valiendose de mitos y de meteforas, dependiendo de cuales sean sus teorias tratara, o no, de cambiar su actitud e insitar, o no, a otros a hacer lo mismo. Asi nacieron las religiones e ideologias mas diversas, pero tambien asi se escribieron hermosos poemas de amor. Esto fue admirado por todos los hombres una vez pasado el tiempo, sin embargo, el poeta, el filosofo y el religioso (como el profeta), en su tiempo y en su ambiente son considerados locos. Asi tenemos en los inicios de la filosofia a la muchacha tracia riendose de Tales de Mileto, que cayo a un pozo mientras contemplaba el cielo. Cuantas muchachas tracias hay hoy en dia!, imaginense a un obrero que trabaja en una fabrica, con el trabajo alienado que describe Marx, depronto sorprendido por cirscuntancias de su vida, se pregunta en voz alta: "¿por que existe el ser y no mas bien la nada?", ¿no sera acaso tomado por loco por sus compañeros?. Es que tal vez el ambiente laboral no es el propicio para la contemplacion. La sociedad en la que vivimos hoy es la de la mera persecusion de fines utiles, el ritmo agitado de vida, las nuevas e innumerables necesidades creadas por nuestra cultura por medio de el constante ataque dado desde los mass media no dejan tiempo al ocio y por lo tanto no dejan lugar a la contemplacion, dejando fuera de lugar a cualquiera que intente hacer verdadera filosofia, mientras encambio abre de par en par las puertas a los pseudofilosofos, a los pseudoreligiosos y a los pseudopoetas, que se venden a la sociedad de consumo, ofreciendo sus pensamientos como meras mercancias. Desde este punto de vista podriamos activar enseguida una teoria que hable de como cambiar la sociedad, utilizando los beneficios de la tecnica para reduccir el tiempo de produccion de las personas dandole asi tiempo de ocio, que puede ocuparse en la contemplacion, pero tambien en el deporte, o en cualquier otra actividad provechosa. Pero no es mi idea profundizar en este sentido, en cambio los invito a ustedes a reflexionar sobre esto. ¿En que ocupamos nuestro tiempo?. "No solo de pan vive el hombre...", pensemos en esto y veamos como podemos ocupar nuestro tiempo dandole mas lugar a nuestras necesidades espirituales y de contemplacion. Buenas tardes.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Pérdida y recuperación del pelo (Julio Cortazar)

Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista.
Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo se ha enganchado en alguna de las rugosidades del caño. Si no se lo encuentra, hay que poner en descubierto el tramo de caño que va del sifón a la cañería de desagüe principal. Es seguro que en esta parte aparecerán muchos pelos, y habrá que contar con la ayuda del resto de la familia para examinarlos uno a uno en busca del nudo. Si no aparece, se planteará el interesante problema de romper la cañería hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez años habrá que trabajar en algún ministerio o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los cuatro departamentos situados debajo del de mi primo el mayor, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez años no se podrá evitar la penosa sensación de que el pelo ya no está en la cañería y que sólo por una remota casualidad permanece enganchado en alguna saliente herrumbrada del caño.
Llegará el día en que podamos romper los caños de todos los departamentos, y durante meses viviremos rodeados de palanganas y otros recipientes llenos de pelos mojados, así como de asistentes y mendigos a los que pagaremos generosamente para que busquen, separen, clasifiquen y nos traigan los pelos posibles a fin de alcanzar la deseada certidumbre. Si el pelo no aparece, entraremos en una etapa mucho más vaga y complicada, porque el tramo siguiente nos lleva a las cloacas mayores de la ciudad. Luego de comprar un traje especial, aprenderemos a deslizarnos por las alcantarillas a altas horas de la noche, armados de una linterna poderosa y una máscara de oxígeno, y exploraremos las galerías menores y mayores, ayudados si es posible por individuos del hampa, con quienes habremos trabado relación y a los que tendremos que dar gran parte del dinero que de día ganamos en un ministerio o una casa de comercio.
Con mucha frecuencia tendremos la impresión de haber llegado al término de la tarea, porque encontraremos pelo (o nos traerán) pelos semejantes al que buscamos; pero como no se sabe de ningún caso en que un pelo tenga un nudo en el medio sin intervención de mano humana, acabaremos casi siempre por comprobar que el nudo en cuestión es un simple engrosamiento del calibre del pelo (aunque tampoco sabemos de ningún caso parecido) o un depósito de algún silicato u óxido cualquiera producido por una larga permanencia en una superficie húmeda. Es probable que avancemos así por diversos tramos de cañerías menores y mayores, hasta llegar a ese sitio donde ya nadie se decidirá a penetrar: el caño maestro enfilado en dirección al río, la reunión torrentosa de los detritos en la que ningún dinero, ninguna barca, ningún soborno nos permitirán continuar la búsqueda.
Pero antes de eso, y quizá mucho antes, por ejemplo a pocos centímetros de la boca del lavabo, a la altura del departamento del segundo piso, o en la primera cañería subterránea, puede suceder que encontremos el pelo. Basta pensar en la alegría que eso nos producirá, en el asombrado cálculo de los esfuerzos ahorrados por pura buena suerte, para escoger, para exigir prácticamente una tarea semejante, que todo maestro consciente debería aconsejar a sus alumnos desde la más tierna infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres compuesta o las tristezas de Cancha Rayada.

viernes, 3 de septiembre de 2010

THE MOST RAMDON REFLEXION (ponele)

¿CUAL ES EL FIN ULTIMO DEL SER HUMANO? UNA PREGUNTA QUE SEGURAMENTE NUNCA NADIE SE HIZO Y UN POST SUPER ORIGINAL SOBRE ALGO QUE NUNCA NADIE PENSO... O SEA, TODO LO CONTRARIO, SIN EMBARGO NO PUDE EVITAR SUMARME A LOS MILES DE MILLONES DE FILOSOFOS CASEROS QUE CONCIENTE O INCONCIENTEMENTE SE HAN PLANTEADO ESTA CUESTION... NO ES CASUAL CLARO, ULTIMAMENTE EL TEMA ES MUY COMENTADO ENTRE MIS AMIGOS MAS CERCANOS, ¿DE DONDE VENIMOS?, ¿A DONDE VAMOS?, ¿COMO SABERLO?... ALEJEMOSNOS PRIMERO DE UN GRAVE ERROR, BUSCAR UNA RESPUESTA GENERAL, UNA VERDAD UNIVERSAL, EL HOMBRE NO ES UN SER PERFECTAMENTE RACIONAL QUE UTILICE TODOS LOS MEDIOS A SU ALCANZE PARA CONSEGUIR SATISFACCION PERSONAL, NO EXISTE EL "HOMO OECONOMICU$" PLANTEADO POR LOS LIBERALES... YO CREO QUE ES ESTUPIDO BUSCAR UNA "FORMULA UNIVERSAL DE LA FELICIDAD", TREINTA MIL AÑOS DE HISTORIA, MILES DE CIVILIZACIONES DISTINTAS Y MILES DE MILLONES DE PERSONAS DIFERENTES HAN INTENTADO DIFERENTES CAMINOS PARA HALLARLA, COMO DICE CHANCE CANCION DE ATTAQUE 77 "INTENTANDO LA FELICIDAD, A PRUEBA Y ERROR..." EN CONCLUSION, PODEMOS APRENDER MUCHO DE LOS DEMAS, PERO NUNCA PODRIAMOS APRENDER TODO, O TAL VEZ SI, NUNCA NADIE LO INTENTO SERIAMENTE O POR LO MENOS ESO CREO, SI NOS ESFORZAMOS POR PENSARNOS, POR CONOCERNOS, ES PROBABLE QUE VIVAMOS LINDOS MOMENTOS, INSTANTES DE FELICIDAD, ENMARCADOS CLARO DENTRO DE UN PROYECTO DE LO QUE "QUEREMOS SER"... LA FELICIDAD ES COMPARTIDA... HAY MAS FELICIDAD EN DAR QUE EN RECIBIR... PARECEN FRASES HECHAS, PERO ES CIERTO, SON VERDADES QUE YO FUI ADQUIRIENDO Y QUE SEGURAMENTE TENDRAN MAS SENTIDO A MEDIDA QUE YO LAS TRABAJE, LAS CONTRUYA, EL SERVICIO ES ALEGRIA, LA ALEGRIA ES SERVICIO... POR TANTO EL SERVICIO Y LA ALEGRIA SON FINES EN SI MISMOS QUE POR EL CULTIVO DE OTROS MEDIOS PUEDEN MEJORARSE, NO ES UNA RESPUESTA GENERAL ES LA RESPUESTA QUE YO HOY QUIERO DARLE A ESTA PREGUNTA, EL FIN ES SERVIR DE LA MEJOR MANERA A LA GENTE QUE DIOS ME CRUZE EN EL CAMINO (PORQUE POR ALGO ESTAN AHI, POR ALGO ESTAMOS AQUI, POR ALGO Y NO POR CASUALIDAD) POR ESO ESTUDIARE HISTORIA, PORQUE CREO QUE LA HISTORIA NOS SIRVE PARA PENSARNOS, Y ESTUDIARE PARA ENSEÑAR, PORQUE LA ENSEÑANZA NOS SIRVE PARA PENSARNOS... TODA LA VIDA ES LLAMADO Y RESPUESTA... TODA LA VIDA ES VOCACION... TODA LA VIDA ES BUSCAR Y ENCONTRAR FELICIDAD, PERSEGUIRLA, ALCANZARLA, QUE SE TE ESCAPE, QUE VOS LE ESCAPES, QUE ELLA TE ALCANCE Y ASI, SIN FIN, HASTA EL FIN... CLARO, SI TE ANIMAS A VIVIR INTENSAMENTE... A VIVIR DE VERDAD... OTROS PIENSAN QUE LA FELICIDAD EN ESTA TIERRA ES LA GLORIA, LA FAMA, EL PODER, EL DINERO, EL EXITO, EL PLACER... NO CREO QUE ELLOS ESTEN EN LO CORRECTO... HAY UNA FORMA DE PASAR A LA HISTORIA, ES CREANDO UN CONCEPTO...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Essenza

¿como empezo? no lo se, algunos dicen que fue un mono q se paro en dos patas y empezo a usar elementos de la naturaleza para sobrevivir... otros dicen que fue Dios... otros sostienen ambas cosas... no se como empezo, pero empezo y pasaron muchas cosas, buenas y malas, dentro de todos estos seres esta siempre esa lucha entre el bien y el mal... al bien algunos lo llaman amor, otros verdad, otros belleza y tienen razon porque el bien es todo eso... el mal es miedo, es mentira, es fealdad (saben a que me refiero cuando digo fealdad)... esta lucha tiene que ver con el conocimiento y con la voluntad... cuando conocimiento y voluntad se juntan surgen las cosas buenas... no se como habra pasado en otras epocas, pero te cuento que esto empezo un dia a la madrugada, tomando mates, hablando de las cosas de siempre y vimos donde estaba la falla, en la voluntad... pero no empezo esa noche... como te dije empezo mucho antes... muchisimo antes... empezo en el principio (si es que hubo uno)... por alguna razon mis bisabuelos se vinieron desde italia... por alguna razon mis viejos se vinieron desde el norte... por alguna razon naci... por alguna razon me pusieron por nombre ivan... por alguna razon me mandaron al don bosco... por alguna razon mis abuelos vivian en otro barrio... por alguna razon yo estuve mucho tiempo con mis abuelos... por alguna razon mis viejos me mandaron al don bosco... por alguna razon fui a camrevoc... por alguna razon fui a pequeños... por alguna razon chatie con sofia... por alguna razon tuve un sueño tras otro sin conocimiento ni voluntad... sueños sin essenza que morian sin nacer... por alguna razon en uno de esos sueños aparecio gente en mi casa... por alguna razon sofia invito a natali... por alguna razon natali vive a tres cuadras de casa... por alguna razon nos seguimos juntando con ella... por alguna razon nos recostamos en el pasto de la pueyrredon... por alguna razon hicimos mil caminatas... por alguna razon tomamos millones de mates... por alguna razon fuimos al champaqui... por alguna razon con sofia y natali empezamos con un programa de radio... por todas estas razones y tantas otras que desconozco esa noche hicimos un pacto con nuestras conciencias y cambio nuestra forma de persivir al mundo, nacia un sueño con ESSENZA... el gran sueño... que ya esta aqui... ya camina con nosotros... ya pinta con aerosoles... ya aprendio a coser... ya compro remeras en la feria argentina... y ya sabe que nacio para ser grande... MUY GRANDE!!! (GRACIAS LUCA!)

martes, 31 de agosto de 2010

Fragmento de la carta de Robert Walton

"(...)Mi valor y mi resolucion son firmes, pero mis esperanzas fluctuan y mi animo se deprime con frecuencia. Estoy apunto de emprender un largo y dificil viaje cuyas vicisitudes exigiran todo mi valor(...) hay una gran diferencia entre andar por la cubierta y permanecer sentado, inmovil durante horas, sin hacer el ejercicio que impediria que la sangre se hiele materialmente en las venas. ¡No tengo la intencion de perder la vida en la ruta entre San Petesburgo y Arcangel! (...) Si fracaso, me veras muy pronto, o nunca.
"Tengo ahora 28 años y en realidad soy mas inculto que muchos colegiales de 15. Es cierto que he reflexionado mas, y que mis sueños son mas ambiciosos y magnificos, pero carecen de equilibrio (como dicen los pintores). Me hace mucha falta un amigo que tuviera el suficiente sentido comun como para no despreciarme por romantico y que me estimara bastante como para intentar ordenar mi mente. Bien, son estas lamentaciones vanas; se que no encontrare amigo alguno en el vasto oceano, ni siquiera aqui, en Arcangel, entre mercaderes y hombres de mar. (...) Mas no pienses que el que me queje un poco, o crea que quiza nunca encuentre consuelo para mi tristeza, signifique que titubeo en mi decision. Esta es tan firme como el destino mismo, y mi viaje se ve retrasado tan solo porque espero un tiempo favorable que me permita zarpar. El invierno ha sido tremendamente duro; pero la primavera promete ser buena e incluso parece que se adelantara, de modo que quiza pueda hacerme a la mar antes de lo previsto. (...) ¿Te encontrare de nuevo, tras cruzar inmensos mares y rodear los cabos de Africa o America? No me atrevo a esperar tal exito y, no obstante, no puedo soportar la idea del fracaso. (...) Te quiero mucho. Recuerdame con afecto si no vuelves a saber de mi."

viernes, 27 de agosto de 2010

No perpendicular...

Mientras mas pienso mas me doy cuenta de que pensar no sirve para nada. Nuevamente digo que es mi modo, matriz si se quiere, de ver las cosas influenciado por 20 años de vida y miles, cientos o decenas de personas, experiencias, libros, ect, que me dieron cosas para que yo valla moldeando esto que soy hoy. Es decir, no pretendo que nadie que no sea yo comparta esto y si hay gente que comparte o que simpatiza con estas ideas, bueno, joya.
Volviendo al eje, pensar no sirve de nada y muchos pensamientos, por no decir todos, encierran una contradiccion o, al menos, una cierta angustia o algo asi. Es decir, el hombre es el unico animal consiente de sus necesidades, cuando tiene hambre se da cuenta de que tiene hambre antes de procurarse el alimento, esa cuota de no instinto es lo que nos distingue. Ahora, ¿de que sirve? de nada. Sirve para que nos demos cuenta de todo eso que esta fuera de nuestro alcanze y que sin embargo se presenta como deseable es, justamente, haber salido del jardin del eden donde toda necesidad se satisfacia con solo estirar la mano. Sirve para que nos demos cuenta de que somos mortales, perdimos la vida eterna de los seres que no son concientes de su mortalidad. ¿Sirve tambien para ser libres? ese debe ser el argumento mas fuerte de los defensores del pensamiento. No, el pensamiento no nos hace libres, nos hace esclavos de nosotros mismos en tanto este se forma del contacto con el ente colectivo llamado sociedad, que forja en nosotros esa "matriz" de la que hablaba al principio. Entonces la matriz de pensamiento que la sociedad forja en nosotros nos hace esclavos de un monton de necesidades que no tendriamos si no podriamos pensarlas y eso nos genera una angustia existencial de la que solo los hombres autenticos pueden escapar.
Lo bueno es que no sabemos si esos hombres autenticos existen y de existir ellos mismos no son consientes de su condicion, asi que su existencia pasa muy cerca de lo mitico. Si un hombre autentico, por medio del pensamiento, se autoproclamara como tal deja instantaneamente de serlo. Y a eso venia el titulo del blog, pensarme como perpendicular me hace no serlo. Por tanto mi vida y la de ustedes fue una mentira y todos vivimos equivocados. El unico equivoco que comete el hombre es creer estar en lo correcto, equivoco que acabo de cometer. Mi pretendida perpendicular se traduce en un monton de gente y experiencias parecidas, no iguales, pero si similares y compatibles y eso es estar encerrado en una de las tantas realidades paralelas, es mas, hoy no quiero irme de mi realidad, solo quiero la solidaridad y la coexistencia pacifica, pero no esa pretendida utopia perpendicular en la que todos pueden ser amigos de todos. Mientras menos nos estructuremos mas cerca de las verdades simples vamos a estar, esa es la cuestion.

lunes, 16 de agosto de 2010

Espacio de Divague


http://ochopolacos.blogspot.com/


Sobre lo necesario y sus rivales...
Escuchando Michel Camilo & Tomatito (Gracias enano por recomendarlo)


Sólos y sensibles buscamos de alguna manera encontrar
la vía que nos lleve a ser considerados como algo más
que una mera existencia.

Nos sentamos o nos paramos frente a los paños del azar
tratando de echar a la suerte aspectos de la vida
que no vale la pena ni pensar.

En nuestras mentes no dejan de sucederse
los posibles logros a los que una buena mano puede aspirar
y así vamos respirando los deseos de dejar atrás
esta presente realidad que no se puede cotizar.

Cerramos los ojos y esperamos que los gestos del destino,
hoy, por fin sean de amistad
y muestren cierto tono de piedad.
Mas el azar, indiferente y desinteresado,
en su balanza sólo pesa lo "real",
no por necio sino por leal
a sus ojos que sólo ven lo que allí está
sin ser capaces de ir un poco más allá.

El tiempo pasa y las sombras recorren los pasillos
donde quedan pisoteados
nuestros sueños de grandilocuencia y pomposidad
ante la insuficiencia de lo eventual.

Voces débiles y manos insignificantes
señalan y juzgan al que quiere levantar la frente y gritar
que no sólo somos lo que hay.
Mas nosotros no nos percatamos
de la insignificancia que ellas tienen en verdad,
y, confundidos, buscamos sin descanso la comodidad
de ser uno más que deposita la esperanza
en aquellos bancos de arrogancia y soledad.

¿Qué más podremos experimentar con un cobre de más,
si tan sólo en la profunda realidad
se encuentra la verdadera libertad?

...sólo una mano será al fin la que nos encontremos
y, para sorpresa nuestra, ella no nos estará señalando,
sino que siempre permanecerá en silencio,
abierta y esperando la más sencilla muestra de humildad...

...y en algún momento veremos que aquella mano,
nunca estuvo de verdad
entre aquellas que acompañando al azar,
sonreían de vernos malgastar
nuestro pequeño saldo de realidad...



...y así, parado ante la muerte sonreiré
con la seguridad de que ni ella será capaz
de arrebatar el más preciado tesoro que nunca jamás
me podrían regalar... Gracias por tu Amor...

viernes, 13 de agosto de 2010

La noche boca arriba (Julio Cortazar)

Y salían en ciertas épocas a cazar enemigos;
le llamaban la guerra florida.


A mitad del largo zaguán del hotel pensó que debía ser tarde y se apuró a salir a la calle y sacar la motocicleta del rincón donde el portero de al lado le permitía guardarla. En la joyería de la esquina vio que eran las nueve menos diez; llegaría con tiempo sobrado adonde iba. El sol se filtraba entre los altos edificios del centro, y él -porque para sí mismo, para ir pensando, no tenía nombre- montó en la máquina saboreando el paseo. La moto ronroneaba entre sus piernas, y un viento fresco le chicoteaba los pantalones.

Dejó pasar los ministerios (el rosa, el blanco) y la serie de comercios con brillantes vitrinas de la calle Central. Ahora entraba en la parte más agradable del trayecto, el verdadero paseo: una calle larga, bordeada de árboles, con poco tráfico y amplias villas que dejaban venir los jardines hasta las aceras, apenas demarcadas por setos bajos. Quizá algo distraído, pero corriendo por la derecha como correspondía, se dejó llevar por la tersura, por la leve crispación de ese día apenas empezado. Tal vez su involuntario relajamiento le impidió prevenir el accidente. Cuando vio que la mujer parada en la esquina se lanzaba a la calzada a pesar de las luces verdes, ya era tarde para las soluciones fáciles. Frenó con el pie y con la mano, desviándose a la izquierda; oyó el grito de la mujer, y junto con el choque perdió la visión. Fue como dormirse de golpe.

Volvió bruscamente del desmayo. Cuatro o cinco hombres jóvenes lo estaban sacando de debajo de la moto. Sentía gusto a sal y sangre, le dolía una rodilla y cuando lo alzaron gritó, porque no podía soportar la presión en el brazo derecho. Voces que no parecían pertenecer a las caras suspendidas sobre él, lo alentaban con bromas y seguridades. Su único alivio fue oír la confirmación de que había estado en su derecho al cruzar la esquina. Preguntó por la mujer, tratando de dominar la náusea que le ganaba la garganta. Mientras lo llevaban boca arriba hasta una farmacia próxima, supo que la causante del accidente no tenía más que rasguños en la piernas. "Usté la agarró apenas, pero el golpe le hizo saltar la máquina de costado..."; Opiniones, recuerdos, despacio, éntrenlo de espaldas, así va bien, y alguien con guardapolvo dándole de beber un trago que lo alivió en la penumbra de una pequeña farmacia de barrio.

La ambulancia policial llegó a los cinco minutos, y lo subieron a una camilla blanda donde pudo tenderse a gusto. Con toda lucidez, pero sabiendo que estaba bajo los efectos de un shock terrible, dio sus señas al policía que lo acompañaba. El brazo casi no le dolía; de una cortadura en la ceja goteaba sangre por toda la cara. Una o dos veces se lamió los labios para beberla. Se sentía bien, era un accidente, mala suerte; unas semanas quieto y nada más. El vigilante le dijo que la motocicleta no parecía muy estropeada. "Natural", dijo él. "Como que me la ligué encima..." Los dos rieron y el vigilante le dio la mano al llegar al hospital y le deseó buena suerte. Ya la náusea volvía poco a poco; mientras lo llevaban en una camilla de ruedas hasta un pabellón del fondo, pasando bajo árboles llenos de pájaros, cerró los ojos y deseó estar dormido o cloroformado. Pero lo tuvieron largo rato en una pieza con olor a hospital, llenando una ficha, quitándole la ropa y vistiéndolo con una camisa grisácea y dura. Le movían cuidadosamente el brazo, sin que le doliera. Las enfermeras bromeaban todo el tiempo, y si no hubiera sido por las contracciones del estómago se habría sentido muy bien, casi contento.

Lo llevaron a la sala de radio, y veinte minutos después, con la placa todavía húmeda puesta sobre el pecho como una lápida negra, pasó a la sala de operaciones. Alguien de blanco, alto y delgado, se le acercó y se puso a mirar la radiografía. Manos de mujer le acomodaban la cabeza, sintió que lo pasaban de una camilla a otra. El hombre de blanco se le acercó otra vez, sonriendo, con algo que le brillaba en la mano derecha. Le palmeó la mejilla e hizo una seña a alguien parado atrás.



Como sueño era curioso porque estaba lleno de olores y él nunca soñaba olores. Primero un olor a pantano, ya que a la izquierda de la calzada empezaban las marismas, los tembladerales de donde no volvía nadie. Pero el olor cesó, y en cambio vino una fragancia compuesta y oscura como la noche en que se movía huyendo de los aztecas. Y todo era tan natural, tenía que huir de los aztecas que andaban a caza de hombre, y su única probabilidad era la de esconderse en lo más denso de la selva, cuidando de no apartarse de la estrecha calzada que sólo ellos, los motecas, conocían.

Lo que más lo torturaba era el olor, como si aun en la absoluta aceptación del sueño algo se revelara contra eso que no era habitual, que hasta entonces no había participado del juego. "Huele a guerra", pensó, tocando instintivamente el puñal de piedra atravesado en su ceñidor de lana tejida. Un sonido inesperado lo hizo agacharse y quedar inmóvil, temblando. Tener miedo no era extraño, en sus sueños abundaba el miedo. Esperó, tapado por las ramas de un arbusto y la noche sin estrellas. Muy lejos, probablemente del otro lado del gran lago, debían estar ardiendo fuegos de vivac; un resplandor rojizo teñía esa parte del cielo. El sonido no se repitió. Había sido como una rama quebrada. Tal vez un animal que escapaba como él del olor a guerra. Se enderezó despacio, venteando. No se oía nada, pero el miedo seguía allí como el olor, ese incienso dulzón de la guerra florida. Había que seguir, llegar al corazón de la selva evitando las ciénagas. A tientas, agachándose a cada instante para tocar el suelo más duro de la calzada, dio algunos pasos. Hubiera querido echar a correr, pero los tembladerales palpitaban a su lado. En el sendero en tinieblas, buscó el rumbo. Entonces sintió una bocanada del olor que más temía, y saltó desesperado hacia adelante.

-Se va a caer de la cama -dijo el enfermo de la cama de al lado-. No brinque tanto, amigazo.

Abrió los ojos y era de tarde, con el sol ya bajo en los ventanales de la larga sala. Mientras trataba de sonreír a su vecino, se despegó casi físicamente de la última visión de la pesadilla. El brazo, enyesado, colgaba de un aparato con pesas y poleas. Sintió sed, como si hubiera estado corriendo kilómetros, pero no querían darle mucha agua, apenas para mojarse los labios y hacer un buche. La fiebre lo iba ganando despacio y hubiera podido dormirse otra vez, pero saboreaba el placer de quedarse despierto, entornados los ojos, escuchando el diálogo de los otros enfermos, respondiendo de cuando en cuando a alguna pregunta. Vio llegar un carrito blanco que pusieron al lado de su cama, una enfermera rubia le frotó con alcohol la cara anterior del muslo, y le clavó una gruesa aguja conectada con un tubo que subía hasta un frasco lleno de líquido opalino. Un médico joven vino con un aparato de metal y cuero que le ajustó al brazo sano para verificar alguna cosa. Caía la noche, y la fiebre lo iba arrastrando blandamente a un estado donde las cosas tenían un relieve como de gemelos de teatro, eran reales y dulces y a la vez ligeramente repugnantes; como estar viendo una película aburrida y pensar que sin embargo en la calle es peor; y quedarse.

Vino una taza de maravilloso caldo de oro oliendo a puerro, a apio, a perejil. Un trozito de pan, más precioso que todo un banquete, se fue desmigajando poco a poco. El brazo no le dolía nada y solamente en la ceja, donde lo habían suturado, chirriaba a veces una punzada caliente y rápida. Cuando los ventanales de enfrente viraron a manchas de un azul oscuro, pensó que no iba a ser difícil dormirse. Un poco incómodo, de espaldas, pero al pasarse la lengua por los labios resecos y calientes sintió el sabor del caldo, y suspiró de felicidad, abandonándose.

Primero fue una confusión, un atraer hacia sí todas las sensaciones por un instante embotadas o confundidas. Comprendía que estaba corriendo en plena oscuridad, aunque arriba el cielo cruzado de copas de árboles era menos negro que el resto. "La calzada", pensó. "Me salí de la calzada." Sus pies se hundían en un colchón de hojas y barro, y ya no podía dar un paso sin que las ramas de los arbustos le azotaran el torso y las piernas. Jadeante, sabiéndose acorralado a pesar de la oscuridad y el silencio, se agachó para escuchar. Tal vez la calzada estaba cerca, con la primera luz del día iba a verla otra vez. Nada podía ayudarlo ahora a encontrarla. La mano que sin saberlo él aferraba el mango del puñal, subió como un escorpión de los pantanos hasta su cuello, donde colgaba el amuleto protector. Moviendo apenas los labios musitó la plegaria del maíz que trae las lunas felices, y la súplica a la Muy Alta, a la dispensadora de los bienes motecas. Pero sentía al mismo tiempo que los tobillos se le estaban hundiendo despacio en el barro, y la espera en la oscuridad del chaparral desconocido se le hacía insoportable. La guerra florida había empezado con la luna y llevaba ya tres días y tres noches. Si conseguía refugiarse en lo profundo de la selva, abandonando la calzada más allá de la región de las ciénagas, quizá los guerreros no le siguieran el rastro. Pensó en la cantidad de prisioneros que ya habrían hecho. Pero la cantidad no contaba, sino el tiempo sagrado. La caza continuaría hasta que los sacerdotes dieran la señal del regreso. Todo tenía su número y su fin, y él estaba dentro del tiempo sagrado, del otro lado de los cazadores.

Oyó los gritos y se enderezó de un salto, puñal en mano. Como si el cielo se incendiara en el horizonte, vio antorchas moviéndose entre las ramas, muy cerca. El olor a guerra era insoportable, y cuando el primer enemigo le saltó al cuello casi sintió placer en hundirle la hoja de piedra en pleno pecho. Ya lo rodeaban las luces y los gritos alegres. Alcanzó a cortar el aire una o dos veces, y entonces una soga lo atrapó desde atrás.

-Es la fiebre -dijo el de la cama de al lado-. A mí me pasaba igual cuando me operé del duodeno. Tome agua y va a ver que duerme bien.

Al lado de la noche de donde volvía, la penumbra tibia de la sala le pareció deliciosa. Una lámpara violeta velaba en lo alto de la pared del fondo como un ojo protector. Se oía toser, respirar fuerte, a veces un diálogo en voz baja. Todo era grato y seguro, sin acoso, sin... Pero no quería seguir pensando en la pesadilla. Había tantas cosas en qué entretenerse. Se puso a mirar el yeso del brazo, las poleas que tan cómodamente se lo sostenían en el aire. Le habían puesto una botella de agua mineral en la mesa de noche. Bebió del gollete, golosamente. Distinguía ahora las formas de la sala, las treinta camas, los armarios con vitrinas. Ya no debía tener tanta fiebre, sentía fresca la cara. La ceja le dolía apenas, como un recuerdo. Se vio otra vez saliendo del hotel, sacando la moto. ¿Quién hubiera pensado que la cosa iba a acabar así? Trataba de fijar el momento del accidente, y le dio rabia advertir que había ahí como un hueco, un vacío que no alcanzaba a rellenar. Entre el choque y el momento en que lo habían levantado del suelo, un desmayo o lo que fuera no le dejaba ver nada. Y al mismo tiempo tenía la sensación de que ese hueco, esa nada, había durado una eternidad. No, ni siquiera tiempo, más bien como si en ese hueco él hubiera pasado a través de algo o recorrido distancias inmensas. El choque, el golpe brutal contra el pavimento. De todas maneras al salir del pozo negro había sentido casi un alivio mientras los hombres lo alzaban del suelo. Con el dolor del brazo roto, la sangre de la ceja partida, la contusión en la rodilla; con todo eso, un alivio al volver al día y sentirse sostenido y auxiliado. Y era raro. Le preguntaría alguna vez al médico de la oficina. Ahora volvía a ganarlo el sueño, a tirarlo despacio hacia abajo. La almohada era tan blanda, y en su garganta afiebrada la frescura del agua mineral. Quizá pudiera descansar de veras, sin las malditas pesadillas. La luz violeta de la lámpara en lo alto se iba apagando poco a poco.

Como dormía de espaldas, no lo sorprendió la posición en que volvía a reconocerse, pero en cambio el olor a humedad, a piedra rezumante de filtraciones, le cerró la garganta y lo obligó a comprender. Inútil abrir los ojos y mirar en todas direcciones; lo envolvía una oscuridad absoluta. Quiso enderezarse y sintió las sogas en las muñecas y los tobillos. Estaba estaqueado en el piso, en un suelo de lajas helado y húmedo. El frío le ganaba la espalda desnuda, las piernas. Con el mentón buscó torpemente el contacto con su amuleto, y supo que se lo habían arrancado. Ahora estaba perdido, ninguna plegaria podía salvarlo del final. Lejanamente, como filtrándose entre las piedras del calabozo, oyó los atabales de la fiesta. Lo habían traído al teocalli, estaba en las mazmorras del templo a la espera de su turno.

Oyó gritar, un grito ronco que rebotaba en las paredes. Otro grito, acabando en un quejido. Era él que gritaba en las tinieblas, gritaba porque estaba vivo, todo su cuerpo se defendía con el grito de lo que iba a venir, del final inevitable. Pensó en sus compañeros que llenarían otras mazmorras, y en los que ascendían ya los peldaños del sacrificio. Gritó de nuevo sofocadamente, casi no podía abrir la boca, tenía las mandíbulas agarrotadas y a la vez como si fueran de goma y se abrieran lentamente, con un esfuerzo interminable. El chirriar de los cerrojos lo sacudió como un látigo. Convulso, retorciéndose, luchó por zafarse de las cuerdas que se le hundían en la carne. Su brazo derecho, el más fuerte, tiraba hasta que el dolor se hizo intolerable y hubo que ceder. Vio abrirse la doble puerta, y el olor de las antorchas le llegó antes que la luz. Apenas ceñidos con el taparrabos de la ceremonia, los acólitos de los sacerdotes se le acercaron mirándolo con desprecio. Las luces se reflejaban en los torsos sudados, en el pelo negro lleno de plumas. Cedieron las sogas, y en su lugar lo aferraron manos calientes, duras como el bronce; se sintió alzado, siempre boca arriba, tironeado por los cuatro acólitos que lo llevaban por el pasadizo. Los portadores de antorchas iban adelante, alumbrando vagamente el corredor de paredes mojadas y techo tan bajo que los acólitos debían agachar la cabeza. Ahora lo llevaban, lo llevaban, era el final. Boca arriba, a un metro del techo de roca viva que por momentos se iluminaba con un reflejo de antorcha. Cuando en vez del techo nacieran las estrellas y se alzara ante él la escalinata incendiada de gritos y danzas, sería el fin. El pasadizo no acababa nunca, pero ya iba a acabar, de repente olería el aire libre lleno de estrellas, pero todavía no, andaban llevándolo sin fin en la penumbra roja, tironeándolo brutalmente, y él no quería, pero cómo impedirlo si le habían arrancado el amuleto que era su verdadero corazón, el centro de la vida.

Salió de un brinco a la noche del hospital, al alto cielo raso dulce, a la sombra blanda que lo rodeaba. Pensó que debía haber gritado, pero sus vecinos dormían callados. En la mesa de noche, la botella de agua tenía algo de burbuja, de imagen traslúcida contra la sombra azulada de los ventanales. Jadeó buscando el alivio de los pulmones, el olvido de esas imágenes que seguían pegadas a sus párpados. Cada vez que cerraba los ojos las veía formarse instantáneamente, y se enderezaba aterrado pero gozando a la vez del saber que ahora estaba despierto, que la vigilia lo protegía, que pronto iba a amanecer, con el buen sueño profundo que se tiene a esa hora, sin imágenes, sin nada... Le costaba mantener los ojos abiertos, la modorra era más fuerte que él. Hizo un último esfuerzo, con la mano sana esbozó un gesto hacia la botella de agua; no llegó a tomarla, sus dedos se cerraron en un vacío otra vez negro, y el pasadizo seguía interminable, roca tras roca, con súbitas fulguraciones rojizas, y él boca arriba gimió apagadamente porque el techo iba a acabarse, subía, abriéndose como una boca de sombra, y los acólitos se enderezaban y de la altura una luna menguante le cayó en la cara donde los ojos no querían verla, desesperadamente se cerraban y abrían buscando pasar al otro lado, descubrir de nuevo el cielo raso protector de la sala. Y cada vez que se abrían era la noche y la luna mientras lo subían por la escalinata, ahora con la cabeza colgando hacia abajo, y en lo alto estaban las hogueras, las rojas columnas de rojo perfumado, y de golpe vio la piedra roja, brillante de sangre que chorreaba, y el vaivén de los pies del sacrificado, que arrastraban para tirarlo rodando por las escalinatas del norte. Con una última esperanza apretó los párpados, gimiendo por despertar. Durante un segundo creyó que lo lograría, porque estaba otra vez inmóvil en la cama, a salvo del balanceo cabeza abajo. Pero olía a muerte y cuando abrió los ojos vio la figura ensangrentada del sacrificador que venía hacia él con el cuchillo de piedra en la mano. Alcanzó a cerrar otra vez los párpados, aunque ahora sabía que no iba a despertarse, que estaba despierto, que el sueño maravilloso había sido el otro, absurdo como todos los sueños; un sueño en el que había andado por extrañas avenidas de una ciudad asombrosa, con luces verdes y rojas que ardían sin llama ni humo, con un enorme insecto de metal que zumbaba bajo sus piernas. En la mentira infinita de ese sueño también lo habían alzado del suelo, también alguien se le había acercado con un cuchillo en la mano, a él tendido boca arriba, a él boca arriba con los ojos cerrados entre las hogueras.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Estilo de Vida. ~

http://luuztorrez.blogspot.com

someday ~

He vuelto del pasado para regenerar mi presente,he vuelto al precente para borrar el futuro,y nadie podrá detenerme mientras sea feliz.
Cuantos kilómetros he corrido sobre arenas movedizas,caí y seguiré callendo mientras mi destino tenga pies para tropezar,una razón para amarte,sólo para amarte una vez más y sentir,que en este mundo frío el calor de tu abrazo podra hacerme sentir viva.Donde no van aquellas canciones que no puedo cantar,a donde van los sentimientos que gritaré en silencio solo para verte sonreír,para creer que mas hallá de la fantasía existe una gran realidad que se hace tan real cuando te siento y sé que estas ahí...aquí conmigo.

He vuelto del pasado para cogelar mis anhelos, para guardar un poco de la inmensa felicidad que emanas para mí,todo el amor que cosechamos juntos durante tan poco tiempo... nos enriquese cada día más. y si solo un día resisto a la tormenta en este cielo irrefurtable,sé que es porque tu mano aún no soltó la mia,aún no estoy sola,no todavía. El temporal habrá pasado, y aquí estaremos,juntos... se que nos queda mucho tiempo por vivir,tanto para hacer en este lugar... agradesco haberte conocido,agradesco poder amarte como lo hago cada día,cada noche,cada atardecer cuando veo el sol esconderse tras el horizonte.

Y no tiene precio ni lo tendrá jamás,haber sufrido durante tanto tiempo... solo para encontrar el paraíso.

viernes, 30 de julio de 2010

El Peatón (de Ray Bradbury)

Entrar en aquel silencio que era la ciudad a las ocho de una brumosa noche de noviembre, pisar la acera de cemento y las grietas alquitranadas, y caminar, con las manos en los bolsillos, a través de los silencios, nada le gustaba más al señor Leonard Mead. Se detenía en una bocacalle, y miraba a lo largo de las avenidas iluminadas por la Luna, en las cuatro direcciones, decidiendo qué camino tomar. Pero realmente no importaba, pues estaba solo en aquel mundo del año 2052, o era como si estuviese solo. Y una vez que se decidía, caminaba otra vez, lanzando ante él formas de aire frío, como humo de cigarro.
A veces caminaba durante horas y kilómetros y volvía a su casa a medianoche. Y pasaba ante casas de ventanas oscuras y parecía como si pasease por un cementerio; sólo unos débiles resplandores de luz de luciérnaga brillaban a veces tras las ventanas. Unos repentinos fantasmas grises parecían manifestarse en las paredes interiores de un cuarto, donde aún no habían cerrado las cortinas a la noche. O se oían unos murmullos y susurros en un edificio sepulcral donde aún no habían cerrado una ventana.
El señor Leonard Mead se detenía, estiraba la cabeza, escuchaba, miraba, y seguía caminando, sin que sus pisadas resonaran en la acera. Durante un tiempo había pensado ponerse unos botines para pasear de noche, pues entonces los perros, en intermitentes jaurías, acompañarían su paseo con ladridos al oír el ruido de los tacos, y se encenderían luces y aparecerían caras, y toda una calle se sobresaltaría ante el paso de la solitaria figura, él mismo, en las primeras horas de una noche de noviembre.
En esta noche particular, el señor Mead inició su paseo caminando hacia el oeste, hacia el mar oculto. Había una agradable escarcha cristalina en el aire, que le lastimaba la nariz, y sus pulmones eran como un árbol de Navidad. Podía sentir la luz fría que entraba y salía, y todas las ramas cubiertas de nieve invisible. El señor Mead escuchaba satisfecho el débil susurro de sus zapatos blandos en las hojas otoñales, y silbaba quedamente una fría canción entre dientes, recogiendo ocasionalmente una hoja al pasar, examinando el esqueleto de su estructura en los raros faroles, oliendo su herrumbrado olor.
-Hola, los de adentro -les murmuraba a todas las casas, de todas las aceras¾. ¿Qué hay esta noche en el canal cuatro, el canal siete, el canal nueve? ¿Por dónde corren los cowboys? ¿No viene ya la caballería de los Estados Unidos por aquella loma?
La calle era silenciosa y larga y desierta, y sólo su sombra se movía, como la sombra de un halcón en el campo. Si cerraba los ojos y se quedaba muy quieto, inmóvil, podía imaginarse en el centro de una llanura, un desierto de Arizona, invernal y sin vientos, sin ninguna casa en mil kilómetros a la redonda, sin otra compañía que los cauces secos de los ríos, las calles.
-¿Qué pasa ahora? -les preguntó a las casas, mirando su reloj de pulsera-. Las ocho y media. ¿Hora de una docena de variados crímenes? ¿Un programa de adivinanzas? ¿Una revista política? ¿Un comediante que se cae del escenario?
¿Era un murmullo de risas el que venía desde aquella casa a la luz de la luna? El señor Mead titubeó, y siguió su camino. No se oía nada más. Trastabilló en un saliente de la acera. El cemento desaparecía ya bajo las hierbas y las flores. Luego de diez años de caminatas, de noche y de día, en miles de kilómetros, nunca había encontrado a otra persona que se paseara como él.
Llegó a una parte cubierta de tréboles donde dos carreteras cruzaban la ciudad. Durante el día se sucedían allí tronadoras oleadas de autos, con un gran susurro de insectos. Los coches escarabajos corrían hacia lejanas metas tratando de pasarse unos a otros, exhalando un incienso débil. Pero ahora estas carreteras eran como arroyos en una seca estación, sólo piedras y luz de luna.
Leonard Mead dobló por una calle lateral hacia su casa. Estaba a una manzana de su destino cuando un coche solitario apareció de pronto en una esquina y lanzó sobre él un brillante cono de luz blanca. Leonard Mead se quedó paralizado, casi como una polilla nocturna, atontado por la luz.
Una voz metálica llamó:
-Quieto. ¡Quédese ahí! ¡No se mueva!
Mead se detuvo.
-¡Arriba las manos!
-Pero... -dijo Mead.
-¡Arriba las manos, o dispararemos!
La policía, por supuesto, pero qué cosa rara e increíble; en una ciudad de tres millones de habitantes sólo había un coche de policía. ¿No era así? Un año antes, en 2052, el año de la elección, las fuerzas policiales habían sido reducidas de tres coches a uno. El crimen disminuía cada vez más; no había necesidad de policía, salvo este coche solitario que iba y venía por las calles desiertas.
-¿Su nombre? -dijo el coche de policía con un susurro metálico.
Mead, con la luz del reflector en sus ojos, no podía ver a los hombres.
-Leonard Mead -dijo.
-¡Más alto!
-¡Leonard Mead!
-¿Ocupación o profesión?
-Imagino que ustedes me llamarían un escritor.
-Sin profesión -dijo el coche de policía como si se hablara a sí mismo.
La luz inmovilizaba al señor Mead, como una pieza de museo atravesada por una aguja.
-Sí, puede ser así -dijo.
No escribía desde hacía años. Ya no vendían libros ni revistas. Todo ocurría ahora en casa como tumbas, pensó, continuando sus fantasías. Las tumbas, mal iluminadas por la luz de la televisión, donde la gente estaba como muerta, con una luz multicolor que les rozaba la cara, pero que nunca los tocaba realmente.
-Sin profesión -dijo la voz de fonógrafo, siseando-. ¿Qué estaba haciendo afuera?
-Caminando -dijo Leonard Mead.
-¡Caminando!
-Sólo caminando ¾dijo Mead simplemente, pero sintiendo un frío en la cara.
-¿Caminando, sólo caminando, caminando?
-Sí, señor.
-¿Caminando hacia dónde? ¿Para qué?
-Caminando para tomar aire. Caminando para ver.
-¡Su dirección!
-Calle Saint James, once, sur.
-¿Hay aire en su casa, tiene usted acondicionador de aire, señor Mead?
-Sí.
-¿Y tiene usted televisor?
-No.
-¿No?
Se oyó un suave crujido que era en sí mismo una acusación.
-¿Es usted casado, señor Mead?
-No.
-No es casado -dijo la voz de la policía detrás del rayo brillante.
La luna estaba alta y brillaba entre las estrellas, y las casas eran grises y silenciosas.
-Nadie me quiere -dijo Leonard Mead con una sonrisa.
-¡No hable si no le preguntan!
Leonard Mead esperó en la noche fría.
-¿Sólo caminando, señor Mead?
-Sí.
-Pero no ha dicho para qué.
-Lo he dicho; para tomar aire, y ver, y caminar simplemente.
-¿Ha hecho esto a menudo?
-Todas las noches durante años.
El coche de policía estaba en el centro de la calle, con su garganta de radio que zumbaba débilmente.
-Bueno, señor Mead -dijo el coche.
-¿Eso es todo? -preguntó Mead cortésmente.
-Sí -dijo la voz-. Acérquese. -Se oyó un suspiro, un chasquido. La portezuela trasera del coche se abrió de par en par-. Entre.
-Un minuto. ¡No he hecho nada!
-Entre.
-¡Protesto!
-Señor Mead...
Mead entró como un hombre que de pronto se sintiera borracho. Cuando pasó junto a la ventanilla delantera del coche, miró adentro. Tal como esperaba, no había nadie en el asiento delantero, nadie en el coche.
-Entre.
Mead se apoyó en la portezuela y miró el asiento trasero, que era un pequeño calabozo, una cárcel en miniatura con barrotes. Olía a antiséptico; olía a demasiado limpio y duro y metálico. No había allí nada blando.
-Si tuviera una esposa que le sirviera de coartada... ¾dijo la voz de hierro¾. Pero...
-¿Hacia dónde me llevan?
El coche titubeó, dejó oir un débil y chirriante zumbido, como si en alguna parte algo estuviese informando, dejando caer tarjetas perforadas bajo ojos eléctricos.
-Al Centro Psiquiátrico de Investigación de Tendencias Regresivas.
Mead entró. La puerta se cerró con un golpe blando. El coche policía rodó por las avenidas nocturnas, lanzando adelante sus débiles luces.
Pasaron ante una casa en una calle un momento después. Una casa más en una ciudad de casas oscuras. Pero en todas las ventanas de esta casa había una resplandeciente claridad amarilla, rectangular y cálida en la fría oscuridad.
-Mi casa -dijo Leonard Mead.
Nadie le respondió.
El coche corrió por los cauces secos de las calles, alejándose, dejando atrás las calles desiertas con las aceras desiertas, sin escucharse ningún otro sonido, ni hubo ningún otro movimiento en todo el resto de la helada noche de noviembre.
F I N

lunes, 24 de mayo de 2010

De la servidumbre moderna.

Les dejo un video que nos tiene que llevar al debate, a una percepcion mas profunda y comprometida de la realidad. Y desde mi punto de vista a la busqueda de formas pacificas que generen cambios profundos en nuestro mundo. El video propone una solucion claramente anarquista, pero el analisis que hace sobre el sistema es correcto. Espero leer sus opiniones al respecto.

De la Servidumbre Moderna - Jean Francois Brient from Teotl Nahualli on Vimeo.

sábado, 17 de abril de 2010

Imagenes Paganas

http://mimentelaherida.blogspot.com/

¿Será que cada vez que se acerca mi cumpleaños recuerdo un poco más? Es algo que odio.
Alguien por favor que pare mi cabeza un segundo, yano lo soporto más.

Hay veces en las que ni siquiera sé si son recuerdos míos.


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“En una época mentira universal, decir la verdad constituye un acto revolucionario”.
Inclusive ahora muchas veces lo es.
Yo no quiero nunca dejar de decir la verdad, en la medida de lo posible, digamos, ¿no? y muchas veces eso es lo que le gusta a ciertas personas de mí, y tantas otras detestan.

A mí no me importa. Ya no me importa

viernes, 16 de abril de 2010

No convenceran (Dread Mar - I)

Lo escuche ayer en musimundo a este tema, esta re copado, aca se los dejo con letra y todo, jeje, nos vemos, buen findesemana.



No convenceran a mi corazon
que tiene su fe en la creacion
como demostraran que no es el amor
que nos llevara a la salvacion
no convenceran a mi corazon
que tiene su fe en la creacion ,
como demostraran que no es el amor
quien nos llevara a la salvacion
si es que van hablando pura mentira
enseñan a los niños la hiprocresia
solo tienen armas y cobardia
esa es la mision dia a dia
guerras en el este y en el oeste
quieren procesion cueste lo que cueste
quieren el poder para continuar
destruyendo al mundo sin descanzar...
no convenceran a mi corazon
que tiene su fe en la creacion
como demostraran que no es el amor
quien nos llevara a la salvacion...

jueves, 15 de abril de 2010

Los Infernales de Güemes

Cuando se nombra al Gral. Martín Güemes se asocian a su figura sucesos y nombres como el de Los Infernales. Comúnmente conocidos como Los Infernales de Güemes, este Escuadrón de Gauchos escribió gloriosas páginas en la historia argentina que varias composiciones del Cancionero Popular destacan.
En el Retumbo titulado Los Seguidores, José Ríos dice en una de las estrofas:
“Los llamaban Infernales
con sus ponchos colorados
de golpe entre los sunchales
por sus lapachos rosados
con su ponchos colorados”.
En la zamba “Martín Güemes” Héctor Yemmi dice:
“Vienen galopando por Humahuaca
pregonando la libertad
¡son los Infernales, salteños bravos,
centauros listos para guerrear...!

El historiador Luis Oscar Colmenares cuenta que en 1816 mientras el Congreso sesionaba en San Miguel de Tucumán, España preparaba una tremenda invasión con el objetivo de aplastar el movimiento independentista del Río de la Plata. Güemes, que gobernaba la Intendencia de Salta desde Mayo de 1815 y ejercía el cargo de Comandante General de Avanzadas que le asignara el Gral. San Martín en 1814, disponía de un ejército formado por milicias gauchas. Los gauchos no percibían sueldo, sin embargo siempre estaban prestos a defender su territorio asombrando a los realistas.
Cuando Güemes solicitó a Alvarez Thomas, Director Supremo de las Provincias Unidas, la creación de la División Infernal de Gauchos de Línea para que cuatrocientos milicianos pasaran a revistar como fuerza militar, le fue negado. Increíblemente el gobierno consideraba innecesaria la creación de un cuerpo de línea en Salta. Sin embargo, las milicias a las que se negaba rango militar evitaban que los ejércitos realistas alcanzaran el objetivo que las movilizaba: llegar a Buenos Aires y recuperar el poder. Pese a la negativa Los Infernales actuaron como fuerza de línea, sin registrar deserciones, humillando a los realistas en cada acción.
Sobre los Escuadrones Gauchos dice el Dr Félix Luna:
“Las tropas de veteranos ilustres, vencedores de las fuerzas de Napoleón I en Europa, creían que poco les costaría doblegar un grupo indisciplinado de gauchos rotosos y mal armados. La visión europea y ortodoxa de lo que es un ejército eficaz subestima lo que Güemes moviliza.
Güemes revista con regularidad las tropas, distribuye armas de fuego y ordena simulacros de guerra. Los gauchos se han hecho diestros en el tiro del lazo a la carrera, en hacer fuego manteniéndose sobre la cabalgadura y en echar pie a tierra para maniobrar como infantería, haciendo evoluciones rápidas. Ensayan movimientos sorpresivos y correrías cruzando el bosque, armados con lanzas y carabina, acorazados en sus guardamontes de cuero, que producen un ruido atronador al sostenido azote de sus largas riendas.
Los gauchos de Güemes serán comparados con los mejores batallones de caballería del mundo: aunque el general salteño nunca tuvo la oportunidad de verlos en persona, logró reproducir espontáneamente la conocida habilidad de los árabes para avanzar resueltamente con tiros al aire, las típicas cargas desordenadas de los cosacos y el espíritu de los pampas, que con sus gritos y alaridos infundían temor en el enemigo”.

Estos y otros conceptos sintetizó el Dr León Benarós en la zamba Escuadrón de Infernales, musicalizada por Canqui Chazarreta que dice:
Allá van esos bravos
paisanos leales
son los gauchos de Güemes
los Infernales, los Infernales.
Chaqueta colorada
gorro de manga
boleadoras y lazos
huija a la carga!
huija a la carga!
Gauchos salteños sí
como no hay otro
espuelazas de fierro
bota de potro
bota de potro.
Cayéndole al invasor
al tiro habrá de salir
queriendo está toda Salta
ser libre, sino morir!
Infernales de Güemes
melena y barba
guardamonte de cuero
torazos mi alma!
torazos mi alma!

La Patria debe a estos Escuadrones Gauchos honor y loa por la inclaudicable defensa que hicieron del territorio, al mando del Gral. Güemes. Muchas instituciones llevan el nombre de los célebres Infernales, como es el caso del Regimiento de Caballería Ligera V “Gral. Güemes” con sede en la ciudad de Salta. Sus integrantes lucen vistosa indumentaria, engalanando con su presencia cada acto en el que participan.

miércoles, 14 de abril de 2010

19 de diciembre de 1971 (de Roberto Fontanarrosa)

Sí yo sé que ahora hay quienes dicen que fuimos unos hijos de puta por lo que hicimos con el viejo Casale, yo sé. Nunca falta gente así. Pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Pero habla que estar esos días en Rosario para entender el fato, mi viejo, que hablar al pedo ahora habla cualquiera.
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario en esos días anteriores al partido. ¡Y qué te digo “esos días”! ¡Desde semanas antes ya se venía hablando, del partido y la ciudad era una caldera, porque eso era lo que era la ciudad! Claro, los que ahora hablan son esos turros que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos desgraciados, festejando en pedo a los gritos y después ahora te salen con que son... ¿qué son?... moralistas... ¿De qué se la tiran, hijos de mil putas? Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar. Pero si vos vieras lo que era la ciudad en esos días, hennano, prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No se hablaba de otra cosa en los boliches, en la calle, en cualquier parte. Saltaban chispas, te aseguro. Y la cosa arrancó con el fato de las cábalas. O mejor dicho, de los maleficios.
—Hay que entender que no era un partido cualquiera, hermano, era una final final. Porque si bien era una semifinal, el que ganaba después venía a jugar a Rosario y le rompía el culo a cualquiera. Fuera Central como Ñul, acá le hacía la fiesta a cualquiera. ¡Y cómo estaban los lepra! ¡Eso, eso tendrían que acordarse ahora los que hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del viejo Casale! ¿No se acuerdan esos turros cómo estaban los lepra? ¿No se acuerdan ahora, mi viejo? Había que aguantarlos porque se corrían una fija, pero una fija se corrían, hermano, que hasta creo que se pensaban que nos iban a llenar la canasta. No que sólo nos iban a hacer la colita sino que además nos iban a meter cinco, en el Monumental y para latelevisión. ¡Pero por qué no se van a la concha de su madre! ¡Qué mierda nos van a hacer cinco esos culosroto! ¡Así se la comieron doblada! ¡Qué pija que tienen desde ese día y no se la pueden sacar!
Pero la verdad, la verdad, hermano, con una mano en el corazón, que tenían un equipazo, pero un equipazo, de padre y señor mío.
Hay que reconocerlo. Porque jugaban que daba gusto, el buen toque y te abrochaban bien abrochado. Estaba Zanabria, el Marito Zanabria; el Mono Obberti ¡Dios querido, el Mono Obberti, qué jugador! Silva el que era de Lanús, el albañil. ¡Montes! Montes de cinco; Santamaría el Cucurucho Santamaría, qué sé yo, era un equipazo, un equipazo hay que reconocer, y la lepra se corría una fija. ¿Sabés cuántos había en la ruta a Buenos Aires, el día del partido? Yo no sé, eran miles, millones, yo no sé de dónde habían salido tantos leprosos. Si son cuatro locos y de golpe, para ese partido, aparecieron como hormigas los desgraciados. Todos fueron. ¡Lo que era esa ruta, papito querido! Entonces, oíme, había que recurrir a cualquier cosa. Hay partidos que no podés perder, tenés que ganar o ganar. No hay tutía. Entonces si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que había que hacer cagar al presidente Kennedy, me daba lo mismo, hermano. Hay partidos que no se pueden perder. ¿Y qué? ¿Te vas a dejar basurear por estos soretes para que te refrieguen después la bandera por la jeta toda la vida? No, mi viejo. Entonces, ahí, hay que recurrir a cualquier cosa. Es como cuando tenés un pariente enfermo ¿viste? tu vieja, por ejemplo, que por ahí sos capaz hasta de ir a la iglesia ¿viste? Y te digo, yo esa vez no fui a la iglesia, no fui a la iglesia porque te juro que no se me ocurrió, mirá vos, que si no... te aseguro que me confesaba y todo si servía para algo. Pero con los muchachos enganchamos con la cuestión de las brujerías, de la ruda macho, de enterrar un sapo detrás del arco de Fenoy, de tirar sal en la puerta de los jugadores de Ñubel y de todas esas cosas que siempre se habla. Por supuesto que todas las brujas del barrio ya estaban laburando en la cosa y había muñecos con camiseta de Ñubel clavados con alfileres, maldiciones pedidas por teléfono y hasta mi vieja que no manya mucho del asunto tenía un pañuelo atado desde hacía como diez días, de ésos de “Pilato, Pilato, si no gana Central en River no te desato”. Después la vieja decía que habíamos ganado por ella, pobre vieja, si hubiera sabido lo del viejo Casale, pero yo le decía que sí para no desilusionarla a la vieja.
Pero todo el fato de la ruda macho y el sapo de atrás del arco eran, qué sé yo, cosas muy generales, ya había tipos que lo estaban haciendo y además, el partido era en el Monumental y no te vas a meter en la pista olímpica a enterrar un sapo porque vas en cana con treinta cadenas y no te saca ni Dios después, hermano. Entonces, me acuerdo que empezamos con la cosa de las cábalas personales. Porque me acuerdo que estábamos en el boliche de Pedro y veníamos hablando de eso. Entonces, por ejemplo, resolvimos que a Buenos Aires íbamos a ir en el auto del Dani porque era el auto con el que habíamos ido una vez a La Plata en un partido contra Estudiantes y que habíamos ganado dos a cero. Yo iba a llevar, por supuesto, el gorrito que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos y no me había fallado nunca el gorrito. A ése lo iba a llevar, era un gorrito milagroso ése.El Coqui iba a ir con el reloj cambiando de lugar, o sea en la muñeca derecha y no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quién se lo había cambiado en el medio tiempo porque íbamos perdiendo y con eso empatamos.o sea, todo el mundo repasó todas las cábalas posibles como para ir bien de bien y no dejar ningún detalle suelto. te digo más, estuvimos parados en la tribuna en el partido contra Atlanta para pararnos de la misma manera en el partido contra la lepra el boludo de michi decía que él había estado detrás del Valija y el Miguelito porfiaba que el que había estado detrás del Valija era él. Mirá vos, hasta eso estudiamos antes del partido, para que veas cómo venía la mano en esos días. ¿Y sabés qué te lleva a eso, hermano, sabés qué te lleva a eso? El cagazo, hermano, el cagazo, el cagazo te lleva a hacer cualquier cosa, como lo que hicimos con el viejo Casale.
Porque si llegábamos a perder, mamita querida, nos teníamos que ir de la ciudad, mi viejo, nos teníamos que refugiar en el extranjero, te juro, no podíamos volver nunca más acá. Íbamos a perecer

esos refugiados camboyanos que se tomaron el piro en una balsa. Te juro que si perdíamos nosotros agarrábamos el “Ciudad de Rosario” y por acá, por el Paraná, nos teníamos que ir todos, millones de canallas, no sé, a Diamante, a Perú, a Cuzco, a la concha de su madre, pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos, mí viejo. Ya el Miguelito había dicho bien claro que él se la daba, que si perdíamos agarraba un bufo y se volaba la sabiola y te digo que el Miguelito es capaz de eso y mucho más porque es loco el Miguelito, así que había que creerle. O hacerse puto, no sé quién había comentado la posibilidad de hacerse trolo y a otra cosa mariposa, darle a las plumas y salir vestido de loca por Pellegrini y no volver nunca más a la casa. Pero, te digo, nadie quería ni siquiera sentir hablar de esa Posibilidad. Ni se nombraba la palabra “derrota”.
Era como cuando se habla del cáncer, hermano. Vos ves que por ahí te dicen “la papa”, o “tiene otra cosa”, “algo malo”, pero el cangrejo, mi viejo, no te lo nombra nadie. Y ahí fue cuando sale a relucir lo del viejo Casale. El viejo Casale era el viejo del Cabezón Casale, un pibe que siempre venía al boliche y que durante años vino a la cancha con nosotros pero que ya para ese entonces se había ido a vivir al norte, a Salta creo, lo vi hace poco por acá, que estaba de paso. Y ahí fue que nos acordamos de que un día, en la casa del Cabezón, el viejo había dicho que él nunca, pero nunca, lo había visto perder a Central contra Ñul. Me acuerdo que nos había impresionado porque ese tipo era un privilegiado del destino. Aunque al principio vos te preguntas, “¿Cómo carajo hizo este tipo pata no verlo perder nunca a Central contra Ñul? ¿Qué mierda hizo? Este coso no va nunca a la cancha”. Porque, oíme alguna vez lo tuviste que ver perder, a menos que no vayás a. los clásicos. Y ojo que yo conozco muchos así, que se borran bien borrados de los clásicos. O que van en Arroyito, pero que a la cancha del Parque no van en la puta vida. Y me acuerdo que le preguntarlos eso al viejo y el viejo nos dijo que no, y nos explicó. El iba siempre, un fana de Central que ni te cuento, pero se había dado, qué sé yo, una serie de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Ñul él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo. Que estaba de viaje por Misiones —el viejo era comisionista—; que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar, que estaba engripado, que le dolía un huevo, qué sé yo, en fin, la verdad, hermano— que el viejo la posta posta era que nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos hubiera roto el orto. Era un privilegiado el viejo y además, un talismán, querido, porque así como hay tipos mufa que te hacen perder partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás es número puesto que tu equipo gana. No es joda. Y el viejo Casale era uno de éstos, de los ojetudos.
Entonces ahí nos dijimos “Este viejo tiene que estar en el Monumental contra Ñubel. No puede ser de otra forma. Tiene que estar”... Claro, dijimos, seguro que va a estar, si es fana de Central, canalla a muerte. Pero nos agarró como la duda viste? porque nosotros no era que lo veíamos todos los días al viejo, te digo más, desde que el Cabezón se había ido al norte a laburar, al viejo de él no lo habíamos vuelto a ver ni en la cancha, ni en la calle ni en ninguna parte. Además, el viejo ya estaba bastante veterano porque debía tener como ochenta pirulos por ese entonces. Bah, en realidad ochenta no, pero sus sesenta, sesenta y cinco años los tenía por debajo de las patas.
Entonces, con el Valija, el Colorado y el Miguelito decimos “vamos a la casa del viejo a asegurarnos que va y si no va lo llevamos atado”. Porque también podía ser que el viejo no fuera porque no tuviera guita, qué sé yo. Nosotros ya habíamos pensado en hacer una rifa a beneficio, una kermesse, cualquier cosa. El viejo tenía que ir, era una bandera, un cheque al portador.
La cuestión es que vamos a la casa y... ¿a qué no sabés con lo que nos sale el viejo? Que andaba mal del bobo y que el médico le había prohibido terminantemente ir a la cancha, mirá vos. Nos sale con eso. Que no. Que había tenido un infarto en no sé qué partido, en un partido de mierda después que una pelota pegó en un palo, que había estado muerto como media hora y lo habían salvado entre los indios con respiración artificial y masajes en el cuore, que no había clavado la guampa de puro pedo y que le había quedado tal cagazo que no había vuelto a ir a la cancha desde hacía ya, mirá lo que te digo, dos años.
¡Hacía dos años que no iba a la cancha el viejo ese! Y no era sólo que él no quería ir sino que el médico y, por supuesto, la familia, le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente. No sé si no le prohibían incluso escuchar los partidos por radio, no sé si no se lo prohibían, para que no le pateara el bobo, porque parece que el viejo escuchaba un pedo demasiado fuerte y se moría, tan jodido andaba. Vos le hacías ¡Uh! en la cara y el viejo partía. ¡Para qué! Te imaginás nosotros, la desesperación, porque eso era como un presagio, un anuncio del infierno, hermano, era un preanuncio de que nos iban a hacer cagar en Buenos Aires, mi viejo. Entonces empezamos a tratar de hacerle la croqueta al viejo, a convencerlo, a decirle “Pero mire, don Casale, usted tiene que estar, es una cita de honor. ¡Qué va a estar mal usted del cuore, si se lo ve cero kilómetro! Vamos, don Casale —me acuerdo que lo jodía Miguelito— ¿cuántos polvos se echa por día? usted está hecho un toro”. Pero el viejo, ni mierda, en la suya. Que no y que no.
Le decíamos que el partido iba a ser una joda, que Ñubel tenía un equipo de mierda y que ya a los quince minutos íbamos a estar tres a cero arriba, que el partido era una mera formalidad, que el gobierno ya había decidido que tenía que ganar Central para hacer feliz a mayor cantidad de gente. No sé, no sé la cantidad de boludeces que le dijimos al viejo para convencerlo. Pero el viejo nada, una piedra el hijo de puta. Para colmo ya habían empezado a rondar la mujer del viejo, madre del Cabezón, y una hermana del Cabezón, que querían saber qué carajo queríamos decirle nosotros al vicio en esa reunión, porque medio que ya se sospechaban que nosotros no íbamos para nada bueno. En resumen que el viejo nos dijo que no, que ni loco, que ni siquiera sabía si iba apoder resistir la tensión de saber que se jugaba el partido, aun sin escucharlo. Porque el viejo los diarios los leía, tan boludo no era, y sabía cómo venía la mano, cómo era la cosa, cómo formaban los equipos, suplentes, historial, antecedentes, chaquetillas, color, todo. Nos dijo más. “Ese día —nos dijo— bien temprano, antes de que empiecen a pasar los camiones y los ómnibus con la gente yendo para Buenos Aires, yo me voy a la quinta de un hermano mío que vive en Villa Diego”. No quería escuchar ni los bocinazos el viejo. “Me voy tempranito a lo de mi hermano, que a mi hermano le importa un sorete el fútbol, y me paso el día ahí, sin escuchar radio ni nada”. Porque el viejo decía y tenla razón, que si se quedaba en la casa, por más que se encerrara en un ropero, algo iba a oír, algún grito, algún gol, alguna cosa iba a oír, pobre desgraciado, y se iba a quedar ahí mismo seco en el lugar. Así que se iba a ir a radicar en la quinta de ese hermano que tenía, para borrarse del asunto.
Muy bien, muy bien. Te digo que salimos de allí hechos bosta porque veíamos que la cosa venía muy mal. Casi era ya un dato seguro como para decir que éramos boleta. Para colmo, al Valija, el día anterior le había caído una tía del campo y él se acordaba que, en un partido que perdimos con San Lorenzo, esa misma tía le había venido el día antes. Era un presagio funesto el de la tía.
Fue cuando decidimos lo del secuestro. Nos fuimos al boliche y esa noche lo charlamos muy seriamente. El Dani decía que no, que era una barbaridad, que el viejo se nos iba a morir en el viaje, o en la cancha, y después se iba a armar un quilombo que íbamos a terminar todos en cana y que, además, eso sería casi un asesinato. Pero al Dani mucha bola no le dimos porque ha sido siempre un exagerado y más que un exagerado, medio cagón el Dani. Pero nosotros estábamos bien decididos y más que nada por una cosa que dijo el Valija: el viejo estaba diez puntos. Había tenido un infarto, es cierto. Pero hay miles de tipos que han tenido un infarto y vos los ves caminando tranquilamente por la yeca y sin hacer tanto quilombo como este viejo pelotudo, con eso de meterse adentro de un ropero, o no ir a la cancha, o dejar que te rigoree la familia como la esposa y la otra, la hermana del Cabezón. Por otra parte, y vos lo sabés, los médicos son unos turros pero unos turros que se ve que lo querían hacer durar al viejo mil años para sacarle guita, hacerle experimentos y chuparle la sangre. Y además, como decía el Miguelito y eso era cierto, vos lo veías al viejo y estaba fenómeno. Con casi sesenta afios no te digo que parecía un pendejo pero andaba lo más bien. Caminaba, hablaba, se sentaba, qué sé yo, se movía. ¡Chupaba! Porque a nosotros nos convidó con Cinzano y el viejo se mandó su medidita, no te digo un vasazo pero su medidita se mandó. La cosa es que el Miguelito elaboró una teoría que te digo, aún hoy, no me parece descabellada. ¡El viejo era un curro, hermano! Un turrazo que especulaba con el fato del bobo para pasarla bien y no laburarla nunca más en la vida de Dios. Con el sover del bobo no ponía el lomo, lo atendían a cuerpo de rey y —la tenía a la vieja y a la hermana del Cabezón pendientes de él —viviendo como un bacan, el viejo. Y... ¿de qué se privaba? De algún faso; que no sé si no fasearía escondido; y de no ir a—la cancha. Fijate vos, eso era todo. Y vivía como Carolina de Mónaco el otario. Bueno, con ese argumento y lo que dijo el Colorado se resolvió todo.
El Colorado nos habló de los grandes ideales, de nuestra misión frente a la sociedad, de nuestro deber frente a las generaciones posteriores, los pendejos. Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de pendejos iban a sufrir las consecuencias. Que, para nosotros y eso era verdad, iba a ser muy duro, pero que nosotros ya estábamos jugados, que habíamos tenido lo nuestro y que, de últimas, teníamos experiencias en malos ratos y fulerías. Pero los pibes, los pendejitos de Central, ésos, iban a tener de por vida una marca en sus vidas que los iba a marcar para siempre, como un fierro caliente. Que las cargadas que iban a recibir esos pibes, esas criaturas, en la escuela, los iban a destrozar, les iban a pudrir el bocho para siempre, iban a ser una o dos generaciones de tipos hechos bolsa, disminuidos ante los leprosos, temerosos de salir a la calle o mostrarse en público. Y eso es verdad, hermano, porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo.
Yo me acuerdo cuándo perdimos cinco a tres con la lepra en el Parque después de ir ganando dos a cero, cuando se vendió el Colorado Bertoldi, que todavía se estará gastando la guita, y te juro que yo por una semana no me pude levantar de la cama porque no me atrevía a ir a la escuela para no bancarme la cargada de los lepra. Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son muy crueles. ¿No viste cómo descuartizan bichos, que agarran una langosta y le sacan todas las patas? Son unos hijos de puta los pibes en ese sentido. Y lo que decía el Colorado era verdad. Ahora todo el mundo habla de la deuda externa, y bueno, hermano, eso era algo así como lo de la deuda externa, que por la cagada de cuatro reverendos hijos de puta que empeñaron el país, la tenemos que pagar todos y los hijos y los hijos de nuestros hijos. Y si estaba en nosotros hacer algo para que eso no pasara, había que hacerlo, mi querido. Además, como decía el Colorado, ya no era el problema de la cargada de los pendejos futbolistas, está también el fato del exitismo. Los pibes ven que gana un equipo y se hacen hinchas de ese equipo, son así, casquivanos. Son hinchas del campeón. Entonces, ponele que hubiese ganado Ñubel y... ¡a la mierda! ... de ahí en más todos los pibes se hacían de Ñubel, ponele la firma. Y no te vale de nada llevarlos a la cancha, conversarlos, hablarles del Gitano Juárez o el Flaco Menotti, ni comprarles la camiseta de Central apenas nacen. No te vale de nada. Los pendejos ven que sale River campeón y son de River. Son así. Y en ese momento no era como ahora que, mal que mal, vos los llevás al Gigante y los pibes se caen de culo. Entonces, cuando van al chiquero del Parque, por mejor equipo que pueda tener Ñul, los pibes piensan “Yo no puedo ser hincha de esta villa miseria” y se hacen de Central. Porque todo entra por los ojos y vos ves que ahora los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central o a Ñul y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época, los pendejos son más materialistas, yo no sé si es la televisión o qué, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.
Entonces la cosa estaba clara, había que secuestrar al viejo Casale, o sino aguantarse que quince, veinte años depués, hoy por ejemplo, la ciudad estuviese llena de lepra sos nacidos después de ese partido, y esto hoy ¿sabés lo que sería? Beirut sería un poroto al lado de esto, hermano te juro.
El que organizó la “Operación Eichmann”, como lo llamamos, fue el Colorado. La llamamos así por ese general aleman, el torturador, que se chorearon de acá una vez los judíos ¿viste? y lo nuestro era más o menos lo mismo. El Colorado es un tipo muy cerebral, que le carbura muy bien el bocho y él organizó todo. El Colorado ya no estaba par ese entonces en la O.C.A.L.. La O.C.A.L., no sé si sabés es una organización de acá, de Rosario, que se llama así porque son iniciales, O.C.A.L “Organización Canalla Anti Lepra”. Son un grupo de ñatos como el Ku-Klux-Klan, más o menos, que se reúnen en reuniones secretas y no sé si no van con capucha y todo a las reuniones, o si queman algún leproso vivo en cada reunión. Mirá yo no sé si es requisito indispensable ser hincha de Central, pero seguro seguro, lo que tenés que hacer es odiar a los lepra. Tenés que odiar más a los lepra que lo que querés a Central.
Hacen reuniones, escriben el libro de actas, piensar maldades contra los lepra, festejan fechas patrias de partidos que les hemos ganado, tienen himnos, son como esos tipos los masones esos, que nadie sabe quiénes son. Andan con antorchas. Bueno, de la O.C.A.L., de la O.C.A.L. al Colorado lo echaron por fanático, con eso te digo todo pero es un bocho el Colorado y él fue el que organizó todo el operativo.
Y te la cuento porque es linda, te la cuento porque es linda, no sé si un día de estos no aparece en el “Selecciones” y todo. Averiguamos qué ómnibus iba para Villa Diego, adonde tenía la quinta el hermano del viejo Casale. Desde donde vivía el viejo, ahí por San Juan al mil cuatro cientos, lo único que lo dejaba en ese entonces, si mal no recuerdo, era el 305 que pasaba por la calle San Luis. O sea que el viejo tenía que tomarlo en San Luis-Paraguay o San Luis-Corrientes, no más allá de eso a menos que fuera muy pelotudo y lo fuera a tomar a Bulevar Oroño que no sé para qué mierda iba a hacer eso. Ahora, la. duda era si el viejo se iba a ir en ómnibus o en auto, porque si se iba en auto nos recagaba, pero nos jugábamos a que se iba a ir en ómnibus porque auto no tenía y seguro que el hermano tampoco tenía porque debía ser un muerto de hambre como él, seguramente. Y te digo que la cosa venía perfecta, porque el viejo nos había dicho que iba a salir bien temprano para no infartarse con las bocinas o sea que nosotros podíamos combinarlo con el horario de salida nuestra para el partido. Porque también nos cagaba si salía a la una de la tarde para Villa Diego porque después ¿cómo llegábamos nosotros a Buenos Aires para la hora del partido con el quilombo que era la ruta y en un ómnibus de línea? Lo más probable es que nos hiciéramos pelota en el camino por ir a los pedos. Y por otra parte, hermano, Villa Diego queda saliendo para Buenos Aires o sea que la cosa estaba clavada, era posta posta.
Después hubo que hablar con los otros muchachos, porqu e convencer al Rulo no nos costó nada, a él le daba lo mismo y, además, le contamos los entretelones del asunto. Te digo que el Colora manejó la cosa como un capo, un maestro. El asunto era así, el Rulo es un fana amigo de Central que tiene un par de ómnibus, está muy bien el Rulo. Y en esa época tenía un par de coches en la línea 305. Fue un ojete así de grande, porque si no teníamos que conseguir otro coche, cambiarle el color, pintarlo, qué sé yo, ponerle el número, un laburo bárbaro. Pero el Rulo tenía dos 305 y con uno de ésos ya tenía pensado pirarse para el Monumental el día del partido y más bien que se llevaba como mil monos que también iban para allá. Lo sacaba de servicio y que se fueran todos a la reputísima madre que los parió, no iba a perderse el partido ese.
Entonces, el Rulo, con los monos arriba Y nosotros, tenía que estar con el ómnibus preparado, el motor en marcha, por España, estacionado. Y el Miguelito se ponía de guardia, tomando un café, justo en un boliche de ahí cerca desde donde veían la puerta de la casa del viejo Casale. Creo que a las cinco, nomás, de la matina, ya estaba el Miguelito apostado en el boliche haciéndose el boludo y junando para la casa del viejo. Te juro que ni los tupamaros hubieran hecho un operativo como ése, hermano. Fue una maravilla.
Apenas vio que salía el viejo con una canastita donde seguro se llevaba algún matambre casero, algo de eso, el pobre viejo, el Miguelito cazó una Vespa que tenía en ese entonces, dio la vuelta a la manzana y nos avisó. Cargó la moto en el ómnibus, en la parte de atrás, detrás de los últimos asientos y nos pusimos en marcha.
Ya les habíamos dicho a tres o cuatro pendejos, de esos quilomberos de la barra, que se hicieran bien los sotas, que no dijeran ni media palabra y se hicieran los que apoliyaban. Nosotros también, para que no nos reconociera el viejo, estábamos en los asientos traseros, haciéndonos los dormido, incluso con la cara tapada con algún pulover, como si nos jodiera la luz, o con algún piloto.
Te digo que el día había amanecido frío y lluvioso, como la otra fecha patria, el 25 de Mayo. Además, el quilombo había sido guardar y esconder todas las banderas, las cornetas, las bolsas con papelitos, los termos, todo eso. Uno de los muchachos llevaba una bandera de la gran puta que medía 52 metros ¡52 metros, loco! Media cuadra de bandera que decía “Empalme Graneros presente” y tuvimos que meterla debajo de un asiento para que el. viejardo no la vichara.
La cosa es que el viejo subió medio dormido y se sentó en uno de los asientos de adelante que ya habíamos dejado libre a propósito para que no viera mucho del ómnibus. Rulo le cobró boleto y todo. Y nadie se hablaba como si no nos conociéramos. Y como el ómnibus iba haciendo el recorrido normal, el viejo iba lo más piola, mirando por la ventanilla. La cuestión es que llegamos a Villa Diego y el viejo tranquilo. Cada tanto, cuando nos pasaba algún auto con banderas en el techo, tocando bocina, el viejo miraba a los que tenía cerca y movía la cabeza como diciendo “¡Mirá vos!”.
Se ve que tenía unas ganas de hablar pero nadie quería darle mucha bola para no pisarse en una de ésas. Así que nos hacíamos todos los dormidos. Parecía que habían tirado un gas adentro de ese ómnibus hermano. Como cuando se muere algún ñato ¿viste? que se queda a apoliyar en el auto con el motor prendido y lo hace cagar el monóxido de carbono, creo. Bueno, así parecía que a nosotros nos había agarrado el monóxido de carbono. Pero, cuando llegamos a Villa Diego, por ahí el viejo se levanta y le dice al Rulo “En la esquina, jefe.”. Y yo no sé qué le dijo el Rulo, algo de que ahí no se podía parar, que estaba cerrado el tráfico, que había que seguir un poco más adelante y el viejo se la comió, pero se quedó paradito al lado de la puerta. Al rato, por supuesto, de nuevo el viejo, “En la esquina”. Ahí ya el Rulo nos miró, porque se le habían acabado los versos. Y ahí, hermano... ¡vos no sabés lo que fue eso! Fue como si nos hubiésemos puesto todos de acuerdo y te juro que ni siquiera lo habíamos hablado. Empezaron los muchachos a desplegar las banderas, a sacar las cornetas y las banderas por la ventana, y a los gritos, hermano, “¡Soy canalla, soy canalla!” por las ventanas.
Pero no para el lado del viejo, el pobre viejo, que la cara que puso no te la puedo describir con palabras, sino para afuera, porque los grones, con lo quilomberos que son, se habían ido aguantando hasta ahí sin gritar ni armar quilombo para no deschavarse con el viejo, pero cuando llegó el momento agarraron las banderas, empezaron a sacar los brazos y golpear las chapas del costado del ómnibus y también el Rulo empezó a seguir el ritmo con la bocina.
¿Viste esas películas de cowboy, cuando los choros van a asaltar una carreta donde parece que no hay nadie, o que la maneja nada más que un par de jovatos y de golpe se abren los costados y aparecen 17.000 soldados que los cagan a tiros? ¿Que levantan la lona y estaban todos adentro haciéndose los sotas? Bueno, ese ómnibus debió ser algo así. De golpe se transfonnó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, de bocinazos, cornetas, una joda. ¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada ya había gente a los costados de la ruta esperando que pasaran las caravanas de hinchas. Era para llorar, eso, conmovedor, te saludaban, gritaban, levantaban los puños, por ahí algún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo... Pero vuelvo al viejo, el viejo, no sabés la caripela que puso. Porque nosotros lo estábamos mirando porque decíamos: éste es el momento crucial. Ahí el viejo o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, o salía adelante. El viejo miraba para atrás, a todos los monos que saltaban y cantaban y no lo podía creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular palabra. Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy ya se había ofrecido a hacerle respiración boca a boca llegado el caso, que era algo a lo que todos, mal que mal, le habíamos esquivado el bulto porque, qué sé yo, te da un poco de asco, además con un viejo.
Pero mirá, te la hago corta. Mirá, cuando el viejo ya vio que no había arreglo, que no había posibilidad de que lo dejáramos bajar del ómnibus, se entregó, pero se entregó entregó. Porque, al principio, nosotros nos acercamos y nos reputeó, nos dijo que éramos unos irresponsables, unos asesinos, que no teníamos conciencia, que era una,verguenza, qué sé yo todo lo que nos dijo. Pero después, cuando nosotros le dijimos que él estaba perfecto, que estaba hecho un toro, que si se había bancado la sorpresa del ómnibus quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa, empezó a tranquilizarse. El Colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra para demostrarle que él estaba perfectamente sano y que incluso el médico estaba implicado en la cosa.
Mirá hermano, y creéme porque es la pura verdad ¿qué intención puedo tener en mentirte, hoy por hoy? mucho antes ya de entrar en Buenos Aires ese viejo era el más feliz de los mortales, te lo digo yo y te lo juro por la salud de mis lujos. El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía facturas, gritaba por la ventana y a la cancha se bajó envuelto en una bandera. No había, en la hinchada, un tipo más feliz que él. Vino con nosotros a la popu y se bancó toda la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió y después se bancó el partido. Estaba verde, eso si, y había momentos en que parecía que vos lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo vi abrazado a un grandote en musculoso casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal. Y después ni me acordé más del viejo, que lo que alambramos, lo que cortamos clavos, los fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y ¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Qué si nos empataban nos ganaban, hermano, porque ésa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refocilar el orto porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera de alambrar! Decí que ese día, Dios querido, yo no sé que tenía el flaco Menuttl que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompía a pedazos en cada centro. Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, hermano, que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ése ¡qué pelota le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos empataban, te repito, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que miro para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados, pobrecito, pero vivo. Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me contesten todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con el viejo Casale ese día. Me gustaría que alguno de esos turritos me contestara si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad, lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te digo que me, gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día más feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro que la alegría que tenía ese viejo era algo impresionante! Y cuando lo vi caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos; “¡qué importa!” ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¡Esa es la manera de morir para un canalla! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.

sábado, 10 de abril de 2010

youwannaseemecry

error
Todavía no sé porqué hago esto.
Y no importa lo que haga, sé que va a estar mal.

http://youwannaseemecry.blogspot.com/

jueves, 8 de abril de 2010

La restitucion del Imperio del Sol (que no pudo ser)

Manuel Belgrano, al igual que muchos de los grandes hombres de su época, defendía el sistema de gobierno monárquico. En 1815 realizó, junto con Rivadavia, una misión en Europa, a fin de conseguir un monarca para el Río de la Plata. Realizaron gestiones para conseguir que Carlos IV autorizara a su hijo menor Francisco de Paula ser monarca de estas regiones, pero las mismas fracasaron frente a la firme oposición de Fernando VII, quien esperaba recuperar sus antiguas colonias. Decepcionado, Belgrano vuelve al Río de la Plata, y defiende una forma de gobierno monárquica, pero ahora con un monarca de origen americano, un descendiente de la antigua casa de los Incas. Sus ideas políticas las va a exponer en el Congreso de Tucumán.Una vez declarada la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América el 9 de julio de 1816, era necesario establecer la forma de gobierno. Es necesario señalar que la Independencia de las Provincias Unidas de Sud América, abarcaba un espacio mucho más amplio que la República Argentina actual, ya que concurrieron a ese Congreso diputados que representaban territorios del Alto Perú (actual Bolivia), Perú, Chile y Argentina. Los hombres de la época se movían en el espacio del Virreinato del Río de la Plata, que se extendía por territorio de las actuales Repúblicas de Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y partes de Perú, Brasil y Chile.La Independencia se declaraba de España, sus reyes y “de toda otra dominación extranjera’’, y el acta estaba redactada en castellano, quichua y aymara. Los diputados se habían educado en la monarquía, y en esos momentos en Europa predominaba la política de la Santa Alianza, que defendía la restitución al trono de los legítimos monarcas. Tanto San Martín como Belgrano defendían la monarquía atemperada, es decir constitucional. Esta forma de gobierno garantizaría el reconocimiento de las potencias europeas, el orden interno, la unión nacional y ya que ambos eran americanistas, soñaban con establecer un Reino que abarcara toda la América del Sur, o al menos los territorios que pertenecieron a los Virreinatos del Perú y Río de la Plata.San Martín, como Gobernador Intendente de Cuyo, a través de los diputados de esas provincias, tales como Narciso Laprida y Tomás Godoy Cruz, presionó para la declaración de la Independencia, a fin de poder llevar a cabo su epopeya libertadora de Chile y Perú.. Mientras que Belgrano fue invitado al Congreso para que realizara una exposición sobre el concepto que en Europa merecían las Provincias Unidas, “…y esperanzas que éstas pudieran tener de su protección”.Belgrano, recién llegado de Europa y desilusionado frente a la coronación de un monarca europeo, propuso una monarquía atemperada, que tenía como modelo a la monarquía inglesa, con un monarca de la Casa de los Incas. Según palabras de Belgrano: “…sería la Casa de los Incas la que debería representar la Soberanía Nacional, única por que anhelo, tanto más cuanto se me ha hecho la atroz injuria de conceptuarme un traidor, que trataba de vender mi patria a otra dominación extranjera.”El plan de Belgrano de coronar a un monarca de la dinastía de los Incas, tenía varias ventajas: se esperaba que la población indígena se plegara en forma masiva a la causa patriota en contra de los realistas, favoreciendo así la Independencia de Perú y Alto Perú, que tenían un alto porcentaje de esta población, y se esperaba concretar la unidad de la América del Sur Española.El diputado de Catamarca, Doctor Manuel Antonio Acevedo, aceptó la moción de Belgrano, proponiendo que sea la capital la ciudad de Cuzco, tal como había sido en la época de los Incas. La ideología “arribeña” que contó con varios diputados del Interior y del Alto Perú, tales como José Severo Feliciano Malabia, de Chuquisaca, Andrés Pacheco de Melo, salteño, que vino como diputado de Tupiza, en el Alto Perú, al igual que Rivera, Castro Barros, José Ignacio Thames de Tucumán, Sánchez Loria, y otros. Sin embargo, algunos diputados altoperuanos, tales como José Mariano Serrano, de Chuquisaca, no aceptaron la idea de tener un inca como monarca, ya que eso significaba una reivindicación del sector indígena de la sociedad.Otro opositor fue fray Justo Santa María de Oro, representante de San Juan, al igual que Narciso Laprida, sanjuanino y presidente del Congreso.Si bien Belgrano y Pueyrredón, Director Supremo, alentaban el proyecto, al igual que Tomás Manuel de Anchorena, que pertenecían al grupo porteño, otros miembros de la delegación porteña, tales como Pedro Medrano se opusieron al proyecto, ya que no podían aceptar la posibilidad que Buenos Aires dejara de ser la capital, y perdiera la hegemonía política que había alcanzado desde la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776 cuando el eje del poder político y económico se desplaza del Pacífico al Atlántico.Finalmente triunfó la posición contraria al proyecto. Los intereses locales predominaron y se perdió la oportunidad de crear un Reino que englobara la Hispanoamérica del Sur, similar en extensión o inclusive superando al Brasil. Con el tiempo surgieron distintas repúblicas.El candidato de los partidarios de la monarquía Inca era Juan Bautista Túpac Amaru.Natural de Tungasuca, provincia de Tinta, hijo de Miguel Tupac Amaru y Ventura Monjarrás, hermano menor de José Gabriel, Juan Bautista habría nacido en 1747. Los dos estudiaron en casa de los Jesuitas, que habían revivido el ideario incaico. José Gabriel, "el portavoz de los indios ante los blancos", también llamado José Gabriel Condorcanqui Noguera, era quinto nieto del último Inca. Lideró la mayor sublevación de América entre 1780 y 1781, hasta que fue asesinado: su cuerpo fue destrozado por caballos y quemado en una hoguera. Juan Bautista fue apresado y encerrado en Cuzco. Confundido con asesinos y ladrones, fue incomunicado y pasó un año tratado como ellos.En septiembre de 1783 la Corte de España ordenó al Visitador General Jorge Escobedo que impusiera la pena de muerte a los familiares de José Gabriel y que "los desterrara para que no queden restos de la infame y vil familia de los Tupac Amaru".Nuevamente fue puesto preso junto a toda su familia. Tras cinco meses en los calabozos del Callao, fueron embarcados en "El Peruano" rumbo a Cádiz. En el viaje murió su esposa, un sobrino y la mitad de sus compañeros. En Río de Janeiro fueron sometidos durante cuatro meses a condiciones infrahumanas.El 1 de marzo de 1785 desembarcó en Cádiz y fue conducido al Castillo de San Sebastián, donde estuvo 3 años. Luego fue enviado a Ceuta, donde estuvo encerrado 35 años. En 1813 llegó allí el padre Marcos Durán Martel, religioso agustino y revolucionario peruano, que lo ayudó a conseguir su libertad, que llegaría el 3 de agosto de 1823. Viajó a Buenos Aires, donde el Gobierno le dio un subsidio para que escribiera sus Memorias. Murió el 2 de setiembre de 1827. Fue enterrado en el cementerio de Recoleta.